martes, febrero 20

El dulce sabor de la hiel

Llevaba un año cinco meses y trece días condenado a galeras. Encadenado a un remo y siendo torturado por el frío, el calor, el hambre, los latigazos y las úlceras de mi piel. Rezaba para que algún día los brazos se me partan y pueda ser pasto de los peces como lo han sido mis útlimos tres compañeros de bancada.

He olvidado porqué estoy aquí y sobre todo he olvidado si mereció la pena. No recuerdo mi tierra, ni mi gente y ni siquiera algo tan simple como a qué sabe un trago de buen vino o de mala mujer.

Pero hoy Nuestro Señor ha dado respuesta a todas mis súplicas. Dos corbetas Británicas, nos han hecho añicos con fuego cruzado, y a base de cañonazos de metralla han ido abriendo vías de agua en nuestra podrida nave. Mientras el mar me llega cada vez más cerca del cuello y mis grilletes me mantienen anclado al casco, lo único que me reconforta es ver flotar junto a mí los cadáveres reventados de los oficiales que tanto han disfrutado levantando el pellejo de mi espinazo. Desde hace un año, cinco meses y un día hoy es el primer día que he vuelto a sonreir. Lástima sea sólo el coral quien me vea disfrutar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No sólo el coral, los enrolados en el barco fantasma del holandés errante andamos por aquí también, tratando de doblar el Cabo una y otra vez.