miércoles, octubre 25

Chemari se hace unas copas

El otro día salí borracho de un bar. Me encotraba en esa meseta de la melopea que queda a medio camino entre la euforia y el cansancio resacoso. Éramos tres, como siempre con el bolsillo vacío, el estómago jodido y la boca seca. En la calle nos agrupamos en corro y nos dispusimos a entonar las despedidas de rigor y los emplazamientos para futuras merluzas simetricamente idénticas a la que estabamos intentando dar por concluída.

Mirando alrededor, la misma escena de todas las noches: la pareja que se succiona las entrañas apoyada en un coche, el que no supo cuando parar y ahora abraza con sus piernas el subproducto de su cena estampado en la acera, los motivadores que intentan convencer al resto de que conocen un lugar fantástico para seguir la fiesta... La única nota diferente la ponían tres chicas que parecían sobrias y concentradas en alguna tarea extraña para aquellas horas... ¿Estaban haciendo una encuesta?. Eso parecía. Las tres jóvenes se uniformaban con unas cazadoras en las que se leía "Noche Joven. Noche sin alcohol"... auguré alguna brillante inciativa de algún político progre, puliéndose la pasta de los contribuyentes en algo con tan poca proyección de éxito como intentar invertir la corriente de un río.

Desprendido del rubor habitual (supongo que se lo habrían llevado Justeri o Brooks, quien sabe) yo repasaba de arriba abajo a aquellas tías, que me parecieron más bien feas, mientras ellas asaltaban con preguntas a la concurrencia. Los más les contestaban chorradas y frases que les parecían la mar de ocurrentes, otros, más colaboradores rellenaban las casillas que les requerían. Rezaba para que no se acercaran a nuestro grupo, porque lo único de lo que tenía ganas era de saltar al interior de algún taxi casposo que me llevase a dormir la mona. Pero basta desear algo para que Murphy y toda su intendencia se pongan a trabajar en tu contra, y en menos tiempo del que emplearía en deletrear la palabra c u b a l i b r e, una de ellas se plantó a mi lado.

-¿Hola, tienes tiempo para contestarme unas preguntas?Son sólo cinco minutos- Su voz y su actitud no parecían las de una chica especialmente motivada, sino las de alguien que se arrepentía de haber cogido el móvil cuando le llamaron de la ETT para semejante trabajo. Intenté sonreir y le dije que prefería no hacerlo y que creía que no me encontraba en condiciones. Ella podía haber preguntado a cualquiera de mis amigos, o incluso al siguiente grupo, pero creo que mi respuesta no fue muy convincente y ella estaba cansada de tanto rechazo. Se quedó dos segundos en silencio mirándome y me empezó a espetar frases como:

- Sabes que todos los fines de semana hay veinte muertes relacionadas con el alcohol? Sabes que la incidencia del alcoholismo en menores de edad ha crecido un 20%? Sabes que uno de cada dos jóvenes confiesa emborracharse al menos cada dos semanas?. Se detuvo y siguió mirandome y esperando mi reacción. La verdad es que no se qué pretendía, si una disculpa, o joderme los veinticinco euros que acababa de dejarme en copas. Supongo que quería que contestara a su encuesta para poder ganarse 1,25 euros más.

No me gustó que me gritase, tampoco que me intentase hacer culpable por algo sobre lo que yo no tenía ninguna responsabilidad y menos si lo hacía una tia con cuyo cuerpo se podían filmar dos películas de miedo. Así que cogí su bolígrafo, miré su escote y el surco carnoso que separaba sus ubres y decidí poner fin a nuestra conversación introduciendo el elemento escritor por aquel agujero. Su cara decía que no sabía si pegarme, gritar o llorar. Simplemente le dije que aquello debían ser los efectos del alcohol y me di la vuelta, hacia donde provenían las risotadas y palmadas de mis colegas.

Ya en mi cama, mientras caía en el abismo del sueño, pensé en si debería sentirme culpable. Pero mi cabeza respondía rotundamente NO. ¿quien le había dado licencia para entrar en mi noche? ¿por qué tenía que escuchar sus baratas consignas? Además seguro que había tenido más contacto sexual con ese boli que con cualquier humano en el último año.... En fin, apoyé la oreja en la almohada y creo que antes de cerrar los ojos ya había olvidado su cara de frustración para siempre.