La afirmación es muy exagerada, pero existen muchas tesis que ligan la evolución de las abejas a la del ser humano. Cuando ellas han migrado, también lo ha hecho el hombre, al igual que cuando se han expandido o cambiado de hábitos, por lo que no parece muy desatinado el ligar también la extinción de ambas especies. Las abejas además de posibilitar la evolución del hombre con algo tan básico como la cera y la miel, son empleadas para medir la contaminación, predecir el tiempo, o experimentar compuestos químicos. Pero de entre todas las aportaciones que hacen al devenir de la humanidad, la más importante sin duda es la polinización. Se calcula que el 80% de la polinización de árboles y plantas del mundo está ligada directa o indirectamente a la actividad productiva de las abejas, y por extensión, los cultivos y sus subproductos.
Desde mediados de los ochenta se viene observando que millones y millones de abejas mueren cada año fruto de nuevas plagas y nuevos pesticidas. Además la alteración de los ciclos climáticos provocados por la contaminación ambiental hacen que las especies autóctonas de Europa y América estén desapareciendo, y en ocasiones estén siendo reemplazadas por otras más meridionales, todo lo cual afecta a la fauna y la flora de manera negativa. Las floraciones, lluvias, y periodos de sequía han variado demasiado rápido como para que las abejas puedan adaptarse, y ésto unido al resto de factores provocan que el descenso del número de colmenas preocupe seriamente a los señores científicos.
Este fenómeno, es sólo uno más a añadir a la larga lista de calentamiento, desertización, subida del nivel del mar, desaparicion del placton marino, lluvia ácida.... que de tantas veces oídos ya nos resbalan. Si buscamos el origen del problema de las abejas, llegaremos al mismo punto inicial que para el resto de cuestiones: la evolución de una especie y el egoismo de sus individuos. El problema es una sociedad que ha inculcado que para vivir (no vivir bien, sino sólo vivir) es necesario contaminar. Sobre el papel, invertir la tendencia es posible, sabemos que existen soluciones y creemos que el hombre, que ha sido tan inteligente hasta ahora, será capaz de sobreponerse toda la basura que va colando debajo de la alfombra.
Reflexionando un poco más y saliendo de la "redacción ecológica", hay que considerar que el problema no es de recursos ni de aptitudes, sino de actitudes. Quien mueve la tierra no es la gravitación, ni el sol, ni siquiera las leyes física; lamentablemente es la economía, es decir, la asignación de recursos escasos. ¿Que zona de comercio común va a reducir sus emisiones de ceodos, cuando puede comprar su couta a un país pobre?¿Que gobierno optará por gravar a las empresas por su contaminación si con ello va a perjudicar a la masa de votantes? ¿Que diputación preferirá decretar una zona parque natural en vez aprobar una urbanización? ¿Que alcalde va a renunciar a un buen tunel por hacer una planta de reciclado? ¿Que familia optará por un sólo coche y un bonobus, en vez de dos coches? ¿Que individuo puede prescindir de aire acondicionado en casa, en el trabajo o en el coche?. Es imposible cambiar todas estas actitudes antes de que sea demasiado tarde. Nadie, yo el primero, es capaz de renunciar a la forma en la que vivimos, sobre todo si nadie nos garantiza, que también renunciará nuestro vecino, y que el resultado será la solución definitiva.